
El gabinete del desasosiego | El Economista

Uno de los pocos rasgos que se presenta en casi la totalidad de su equipo es la radicalidad: millonarios, racistas y cercanos al Tea Party.
Un buen gabinete evita curvas de aprendizaje y saqueos de poder; también relaja al presidente.
La selección óptima del gabinete presidencial es el único seguro de “vida” para los mandatarios que siempre caminan sobre pantanos peligrosos.
La buena conformación del gabinete evita curvas de aprendizaje, costos transaccionales, vacíos existenciales y saqueos de poder. Lo mejor: disminuye presión al presidente y lo relaja; le permite generar confianza en el amplio espectro donde se desempañan los secretarios, y también obtiene sinergias de popularidad.
Fernando Marcos, personaje multifacético del futbol mexicano, solía decir que el mejor entrenador es aquel que coloca a los mejores jugadores en cada una de las 11 posiciones. Suena fácil. La diferencia con Trump es que no se le puede considerar como un entrenador de políticos simplemente porque él no lo es. No faltan casos de entrenadores que sobresalen sin haber jugado en ligas profesionales, como José Mourinho, pero tampoco es comparable con Trump. El magnate sólo ha utilizado la política como argumento que le ha ayudado a catapultar negocios. Trump es un outsider de la política cuyo lenguaje utilizado ha sido el del marketing.
En el mundo superlativo de Donald Trump no caben pequeños perfiles. Entre sus elegidos para acompañarlo en la misión especial de los próximos cuatro años llamada “Make America Great Again”, hay más militares que en los últimos 100 años; un millonario cinéfilo que dio vida a Avatar y El planeta de los simios; un personaje que ha utilizado la web para fabular con sus paranoias; varios radicales islamófobos, y un entusiasta admirador del Ku Klux Klan (hasta el día en que se dio cuenta de que algunos de sus miembros fumaban mariguana).
Dinero, seguridad y benchmarking son tres rasgos de la estrategia que ha utilizado Trump para conformar a su equipo.
El presidente electo traslada la estrella del marketing de la fortuna llamada “lista Forbes” a su planeta, la Torre Trump. Los activos de Betsy DeVos (Educación), Wilbur Ross (Comercio), Steven Mnuchin (Tesoro), Ben Carson (Vivienda), Elaine Chao (transporte) y Jeff Sessions (Justicia) suman 7,696 millones de dólares. En la era de los top 10, es imposible no pesar el gramaje de dólares que circulará por la Casa Blanca porque su paso dejará una estela de conflictos de interés.
El famoso empresario Wilbur Ross es ampliamente conocido por articular una estrategia infalible en el mundo de los negocios: comprar empresas con números rojos, oxigenarlas y posteriormente venderlas.
Mnuchin tiene encomendada la cuadratura del círculo: elaborar una reforma fiscal que permita reducir los impuestos de manera significativa, y al mismo tiempo aumentar la inversión pública en infraestructuras. Sessions tendrá el honor de convertir las amenazas de Trump en realidad: “ley y orden”.
La seguridad es una correlación negativa para Trump. Su inexperiencia política la quiere cubrir con un buen número de viejos militares. Al salir Obama de la Casa Blanca, no dejará un país más vulnerable como sí lo dejó George W. Bush. El poder multipolar no tiene regreso.
Donald Trump apuesta por meter a su despacho a Stephen Bannon, un viejo oficial de la Naval que pasó por Goldman Sachs y Hollywood, antes de lanzar su web de odio llamada Breitbart News. En recientes días, Bannon ha encargado a su gente borrar las notas más grotescas del portal, no vaya a ser que Google las rescate para mostrar al mundo los tics más xenófobos. Michael Flynn se convertirá en su asesor de Seguridad y sus rasgos son totalmente simétricos a los de Trump: afín a Moscú, crítico antiterrorista de la administración Obama e islamófobo. John Kelly y James Mattis complementan la lista.
Rex Tillerson es el claro ejemplo de que a Trump le atrae la idea de aplicar el benchmarking. Llevarlo a encabezar la Secretaría de Estado es una de las apuestas más riesgosas en la diplomacia estadounidense. No es lo mismo defender los intereses privados de la petrolera ExxonMobil que negociar con Raúl Castro o Xi Jinping. Sin cerrar los ojos han de permanecer Nicolás Maduro o Kim Jong-un. Por un lado tienen la tranquilidad de que Obama ya los dejará tranquilos, pero desconocen la ruta de negociación que les impondrá Tillerson.
A Ben Carson poco se le conoce en el campo de la política. Su trayectoria profesional se le encuentra en consultorios y hospitales. Es el único afroamericano en la primera línea del equipo de Trump.
El casting de Trump está por concluir. Atrás quedarán las fotos de entorno áureo (Torre Trump) donde desfilaron sus futuros empleados (secretarios), porque como dijo hace unos meses: “Lo que es bueno para mi negocio es bueno para EU”.
Ausencia de latinos en el gobierno que nacionalizará el sueño americano
“Los billetes y las monedas son la forma como tocamos a los estadounidenses cada día (…) Somos parte de la historia”, comentó Rosa Gumataotao Ríos, tesorera de Estados Unidos desde el 2009, a la BBC. Seis de las últimas 10 tesoreras han sido latinas. En el 2001, en los tiempos del presidente republicano George W. Bush, Rosario Marín ocupó el puesto. Ella estudió la secundaria en la Escuela Técnica No. 20 en la colonia Agrícola Pantitlán y a los 14 años emigró a Estados Unidos.
Barack Obama nombró a Julián Castro como su secretario de Vivienda el 28 de julio del 2014. Su abuela llegó desde México a San Antonio para desempeñarse como trabajadora doméstica y cocinera. En español, Obama dijo sobre Julián que “cumplió con el sueño americano”. Ahora, parece ser que el sueño americano está por ser nacionalizado por el nuevo presidente.
Donald Trump no sólo eligió de manera estratégica a México como eje transversal temático durante su campaña electoral, sino que convirtió al país en fuente de múltiples problemas para Estados Unidos.
Desde Comercio hasta la CIA, pasando por el fiscal general, Tesoro, Secretaría de Estado, Energía, entre otros cargos, ingresarán al espectro político mexicano a partir del próximo 20 de enero pero no como parte de un ensayo electoral sino como parte neurálgica de la agenda binacional.
El secretario de Seguridad Nacional, John F. Kelly, es uno de los más fervientes partidarios de sellar la frontera con México, por lo que será el encargado de estar presionando a México en la construcción del muro. Llegó a advertir al Congreso sobre el riesgo de que grupos terroristas con armas de destrucción masiva ingresen a Estados Unidos a través de México por las mismas rutas que utilizan los inmigrantes.
Todavía no jura ante la Constitución Donald Trump y las manifestaciones de grupos latinos en contra de Jeff Sessions, próximo fiscal general, ya comenzaron. En los años ochenta su nominación a un cargo de juez federal fue bloqueada por comentarios racistas; es reconocido como “enemigo máximo de la amnistía” para los indocumentados; rechazó la ley contra la tortura; y será el encargado de articular la política de “ley y orden” preconizada por Trump en lo que se espera de un giro de 180° con relación a la actual titular Loretta Lynch, defensora de derechos civiles.
Comienza la era donde el odio forma parte de agenda bilateral.