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“Yo siempre estaré de su lado”

“Yo siempre estaré de su lado”


A 10 días de que deje la Casa Blanca, el presidente Barack Obama recuerda que “sí se pudo”.

Obama junto a Michelle Obama, su hija Malia y el vicepresidente, Joe Biden, y su esposa, Jill Biden. Foto: AP

El presidente Obama viajó a su ciudad natal, Chicago, para defender su legado amenazado con la llegada de Donald Trump. En un auditorio abarrotado por sus 20,000 asistentes, el McCormick Place, un Obama emotivo dijo: “Aquí es donde aprendí que el cambio es posible, y sólo sucede cuando la gente se involucra (…) Lo mejor está por venir”.

Se trataba de su último discurso presidencial frente a su gente, por lo que no faltó optimismo en sus palabras. “Sí, nuestro progreso ha sido desigual. El tránsito por la democracia siempre ha sido difícil, polémico, y en algunas ocasiones ha habido sangre”. Para valorar sus aportaciones sin desconocer sus pasivos, Obama expresó: “Por cada dos pasos hacia delante, a menudo sentimos que damos un paso hacia atrás”.

El mandatario, que argumentó que su fe en Estados Unidos ha sido confirmada, dijo que termina su periodo inspirado por la “capacidad ilimitada” del país para reinventarse y declaró: “El futuro debe ser nuestro”.

Por momentos, del masivo coro del auditorio se escuchaba: “Cuatro años más”. A veces sonriendo, a veces con un rostro sin expresiones, les contestaba: “No podemos hacer eso”. La llegada de Trump no es un tradicional reemplazo presidencial. Representa un cambio de era. “En 10 días el mundo será testigo de un sello distintivo de nuestra democracia: la transferencia pacífica del poder de un presidente elegido libremente”, dijo Obama. Con tono de un responsable estadista, Obama dijo: “He estado comprometido con el presidente electo, Trump, para que mi gobierno se asegure de una transición suave, tal como hizo el presidente Bush conmigo”.

“No, no, no”

Respecto a Trump, sólo hizo referencias veladas. Pero, cuando hizo notar lo inminente de ese cambio y la multitud comenzó a abuchear, él respondió: “No, no, no, no, no”. Una de las grandes fortalezas de la nación, señaló, “es la transferencia pacífica del poder de un presidente al siguiente”.

Durante la mayor parte del discurso se mostró firme al hablar, pero cerca del final se enjugó algunas lágrimas mientras la multitud lo aclamaba una última vez. Él y su esposa, Michelle, abrazaron a varios miembros de la audiencia después que concluyó el discurso.

El hilo discursivo que recorrieron sus palabras fue el optimismo. No quiso plantear un escenario de incertidumbre y de posible destrucción de parte de su legado. Se va satisfecho. “Sí se pudo”, se escuchaba entre la gente que lo arropó.

Días atrás los organizadores repartieron boletos de manera gratuita, sin embargo, algunos de los beneficiados decidieron venderlos hasta por 1,000 dólares (poco menos de 22,000 pesos).

Uno de los asistentes, Carlos LaKeitha, estaba en su casa en Atlanta la tarde del martes y decidió revisar los vuelos a Chicago, por si acaso.

Un boleto comprado en el último momento costaba sólo 194 dólares (4,170 pesos). ¿Debía dejar todo para ver al presidente una última vez? No lo pensó dos veces.

La nostalgia fue el sentimiento generalizado de los asistentes al término del evento. Se va la era Obama. Comenzó como algo difícil de suceder: la victoria de un afroamericano. Ahora, está por iniciar una era que difícilmente alguien imaginaba cuatro o cinco meses después.