Rusia, 17 Ago 2024.- «Tuve mucho miedo». A Nina Golinyaeva le cuesta terminar sus frases cuando relata su huida de Sudzha, una localidad cerca de la frontera con Ucrania, tomada por las fuerzas de Kiev en su ofensiva en la región rusa de Kursk.
Golinyaeva es una de las 120.000 personas que huyeron del ataque sorpresa lanzado el 6 de agosto por las tropas ucranianas, en la mayor incursión de un ejército extranjero en suelo ruso desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
«Volaban proyectiles por todas partes, helicópteros y aviones de combate sobrevolaban la casa», cuenta la mujer de cabello pelirrojo en un centro de acogida temporal en la ciudad de Kursk.
«Por la noche vi a soldados [rusos] en la calle (…), que me dijeron: ‘tienes que evacuar urgentemente. Si no, te matarán'», continúa.
Golinyaeva partió Sudzha, a unos ocho kilómetros de la frontera, antes de que esa localidad de 5.500 habitantes caiga en manos ucranianas.
Junto a ella, varias decenas de personas aguardan en este centro recientemente habilitado. Ninguna sabe si podrá regresar a su hogar.
Ucrania indicó el jueves que controlaba 1.150 km2 y 82 localidades rusas y este viernes indicó que sus fuerzas han efectuado nuevos avances.
Rusia indicó que esa incursión provocó la huida de 120.000 personas. La mayoría se dirige a la ciudad de Kursk, que de momento está a salvo de los combates, aunque no siempre de los bombardeos.
«Íbamos conduciendo y había vehículos en llamas a nuestro alrededor y trozos de drones y proyectiles», relata Golinyaeva. «Conducíamos con miedo, porque todo tronaba. El cielo estaba iluminado por una especie de luz roja».
– «Aléjese de las ventanas» –
En el centro de acogida, los desplazados reciben bienes de primera necesidad y ayuda administrativa.
Los niños juegan en el suelo. En un televisor resuena una sirena antiaérea. «De ser posible, permanezcan en casa», dice un mensaje en la pantalla. «Entre en un cuarto sin ventanas con paredes sólidas. Aléjese de las ventanas», agrega.
El centro tiene su propio refugio antiaéreo, pero está cerrado con candado. Un cartel reza: «El guardia es el responsable de las llaves».
En la entrada de Kursk, un cartel gigante recuerda el prestigioso pasado de la ciudad. «Ciudad de gloria militar», se lee al lado de una hoz y un martillo, y de unas estrellas rojas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la región fue escenario de la mayor batalla de tanques de la historia, un enfrentamiento dantesco que se saldó con una contundente victoria soviética sobre las tropas nazis el 23 de agosto de 1943.
Pero hoy, la gloria ha dado paso a la desesperación. Bajo las tiendas blancas de un punto de ayuda de la Cruz Roja rusa, los desplazados acuden a recoger algunas prendas.
– Tanques en llamas –
«Lloramos todos los días, día y noche», cuenta Zinaida Tarasyuk, una jubilada de 70 años.
«No sabemos lo que vamos a hacer. Dejamos todo atrás», agrega.
En las carreteras, muchos vieron la magnitud de lo ocurrido.
«Nuestros tanques estaban destruidos y en llamas», relata Inna Pereverzeva, de 50 años.
Muchas evacuaciones se llevan a cabo en medio de los combates. Dos trabajadores humanitarios rusos que ayudaban en una evacuación murieron el viernes en un bombardeo ruso, según su organización.
Lyubov Bonareva, de 53 años, espera junto a otros evacuados. Sus ojos están cansados. «Ya no tenemos nada. Solo agarramos el carro y nos fuimos», cuenta. «Solo esperamos regresar a casa», suspira.