La Habana, 8 dic (EFE).- Para el ilustrador cubano Alejo Cañer (Cienfuegos, 2001) pocas cosas son tan “explosivas” como juntar sexo y política, ambos crean un «universo», como el suyo, que puede ser apreciado desde este jueves —y hasta enero— en la exposición “Escupir la cara” en La Habana.
Para entrar en el cosmos concebido en la mente de este diseñador gráfico, de tan solo 21 años, hace falta pasar por un pequeño pasillo en donde se despliegan dos hileras de carteles, todos igual de irreverentes y provocativos, en el hervidero cultural que es la Fábrica de Arte Cubano (FAC).
En uno de ellos, un hombre —musculoso, guapo, con los labios pintados y en trusa— carga en hombros a otro que muestra sus bíceps y un tatuaje con el escudo nacional en su pecho desnudo. Detrás de ambos se lee la leyenda: “Servicio militar”.
Para ser un espacio de pocos metros, hay de todo: desde un ‘pop art’ del héroe nacional cubano Antonio Maceo y una Kim Kardashian con una blusa de la estatal Federación de Mujeres Cubanas hasta un chico desnudo y en tacones abrazando la pierna de un agente y gritando: “Oye policía, pinga (pene)”.
Los carteles son una mezcla de colores vivos -por momentos, eléctricos-, fotografías con iconografía revolucionaria, retazos de vida diaria y una estética ‘cuir’ (queer, en inglés: no heterosexual) que atrapa al espectador.
Mientras muestra uno por uno sus trabajos a EFE, Cañer admite que el despliegue es realmente “un capricho” para cerrar el año, ver a sus amigos y que tenga el valor agregado de que gente desconocida descubra su obra, expuesta primordialmente en Instagram.
NORMALIZAR LO ‘CUIR’
El mensaje principal de la exposición, según Cañer, es “normalizar” lo que durante mucho tiempo fue –y en muchos casos sigue siendo– catalogado como “conductas impropias”. Y al mismo tiempo hacer que “lo diferente se compacte entre lo políticamente correcto y lo estatalmente correcto”.
Este juego entre lo sexual y la política, apunta, camina por un sendero espinoso que suele llevar a la censura, ya sea por la temática cuir o por la irreverencia hacia lo establecido.
“Hay dos puntos de censura extremos: (está) la sexualidad, a todos nos encanta la sexualidad (…) Todos somos personas sexuales. Y mezclarlo con la política (…) mucha gente me ha comentado que es humor político o gráfico. No lo hago con esa intención. Yo trato de concentrarme más en la estética”, agrega.
La Cuba de 2022 se desarrolla con un apoyo gubernamental, al menos en el papel, hacia la agenda LGTBIQ+. El Código de las Familias, que contempla tanto el matrimonio como la adopción entre personas del mismo sexo, fue aprobado en referendo el pasado septiembre.
Aunque algunos activistas han calificado este hecho como una victoria modesta de un colectivo que hasta hace unas décadas vivió en la ilegalidad, otros como Cañer sienten que una legislación no puede borrar de un plumazo décadas de homofobia.
«Todavía falta mucho camino, no se trata de aprobar un Código o aprobar una ley y ya. Se trata de ejercerla, de que el ciudadano entienda que no hay que aprobar una ley para respetar», afirma.
Cañer le recuerda a EFE que no es el primero en mezclar la sexualidad con los mensajes políticos en la isla —como muestra, le recita a sus interlocutores una larga lista de inspiraciones— y reflexiona sobre cómo, a partir de la aprobación del Código, ha notado una suerte de “aceptación” de las “disidencias sexuales” por tratarse de “algo novedoso” para algunas personas.
“No estoy haciendo nada novedoso… Estoy haciendo mi visión de cómo un cubano puede formar parte de otro universo, más liberal. Trato de posicionar (los carteles) en lugares extremadamente políticos porque la fuerza que tiene esta imagen de una persona cuir, es la actitud que deberíamos tomar todas las personas”, agrega.
GENERACIÓN Z CUBANA
Los focos de la escena cubana se concentraron en él por primera vez, o al menos de manera más intensa, en 2020 cuando circuló su cartel “La lucha”, una bandera arcoíris formada con seis machetes que recuerdan los empuñados por los primeros independentistas cubanos en el siglo XIX.
Al final del día, este diseñador forma parte de una generación Z distinta a la del resto de Occidente, una que tuvo su primer contacto con el internet 3G hace apenas cuatro años, cuando llegó a Cuba. Él pasaba entonces por los 17 años.
“Si mi generación no hubiera tenido internet hubiera sido otra persona”, remacha.
Como muchos jóvenes en la isla, ve con ilusión la posibilidad de que su trabajo lo lleve a otras latitudes. Aunque a corto plazo tiene en mente otras cosas: “Me gustaría mucho hacer más diseño para teatro y seguir trabajando con ilustraciones”, concluye.