Madrid. “España tiene que pedir perdón” por ese pasado de “rapiña”, “depredación” y “exterminio de las comunidades indígenas, y sólo así dejara atrás la “desmemoria” en la que ha vivido desde hace siglos, señaló Justo Cuño, un catedrático español que es además una de las máximas autoridades en Historia de América.
En entrevista con La Jornada, Cuño analizó la crisis diplomática abierta entre ambos países por las reticencias del Estado español, desde el Rey Felipe VI hasta el gobierno, presidido por el socialista Pedro Sánchez, de responder a las peticiones de perdón por las atrocidades durante la Conquista y el periodo colonial solicitadas por el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Cuño es profesor de Historia de América en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y del instituto de investigación El Colegio de América, Centro de Estudios Avanzados para América Latina. Uno de sus libros más recientes es Ayacucho. La última batalla de la independencia americana, una obra que relata el combate que selló la derrota definitiva del Imperio español en el continente americano
¿Cómo ve la polémica surgida entre México y España?
El refranero castellano, que es enormemente sabio, dice eso de que de aquellos polvos vienen estos lodos. Pues esto forma parte de un problema irresuelto, tanto por parte de México pero sobre todo por parte de España, que en su tradición histórica y cultural no afronta los problemas. Prefiere voltear la cabeza o hacer como el avestruz y esconder la cabeza, como si no hubiese pasado nada. Y esa es la explicación de por qué cuando el presidente AMLO escribe a Rey Felipe VI, éste no contesta, porque existe esa tradición de no afrontar los problemas.
Da la impresión de que España ni ha cultivado ni ha logrado entender esa parte de su historia…
Yo creo que no ha hecho ni el intento. Y cuando lo ha intentado se ha escudado en esa idea del poder imperial, en su grandilocuencia, en la magnificencia del Imperio. Y eso no explica nada, si acaso un proceso histórico y a veces un proceso militar, pero no explica como se construyeron las identidades compartidas entre la Península y América. Y eso es lo que nos debería interesar ahora. Los españoles somos deudores de una tradición, de una cultura y de una historia, y en algún momento tendremos que afrontar todo eso. No se trata tanto de que nosotros hagamos, sino que preguntemos cuál es el sentimiento ahora de los pueblos y las sociedades latinoamericanas y de qué manera se pueden reforzar unos lazos que no pueden mantenerse por separado porque la construcción identitaria de lo americano no se entiende sin lo peninsular. Y viceversa.
¿Haría falta construir un nuevo relato en el que se escuchen todas las voces?
Se trata efectivamente de incluir todas las voces, tanto las buenas como las que consideremos malas. Sin ningún tipo de maniqueísmo ni de simplificación y dar la voz sobre todo a aquellos que han estado silenciados durante tanto tiempo.
¿Usted cree que España, al margen del discurso oficial, se vive de espaldas a América Latina?
Por supuesto que sí. Y es evidente. Quienes hemos pasado por el sistema educativo español lo hemos apreciado de una manera clara; los niños no saben qué es América, salvo las referencias horribles que les llegan a través de las películas de Disney, de exotismos y guacamayos. O tienen la imagen del narcotráfico y de la inseguridad. Y seguramente la responsabilidad es de esa historiografía que se ha ido creando aquí y que ha incidido en esa dicotomía entre lo americano y lo español. Y se ve cuando los jóvenes estudian la Conquista y sólo leen de aquellas gestas heroicas de los hombres barbudos, valientes y osados, que se enfrentaron a todas aquellas tribus que terminaron conquistando. Y luego se explican los periodos de independencia como las maniobras de gente desafecta que decidió alejarse de la mejor de las culturas y religiones, como algo deshonesto y de ausencia de lealtad. En España se transita en esos dos universos cuando se habla de América en las escuelas.
España vive en la desmemoria más absoluta. Este año en Latinoamérica se conmemora el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, que puso fin a la presencia española y afianzó la independencia. En España no se ha mencionado nada respecto a este episodio de la historia. Para nuestro país, todo lo que no son victorias épicas se entierra en lo más profundo. Escondemos constantemente la cabeza como si no hubiese existido esa parte de nuestra historia.
Con la coartada del idioma en común como principal argumento…
Sí, y a pesar de que eso es cierto. Porque no se trata de despreciar todo eso porque forma parte de nuestra cultura, tanto de lo americano como de lo peninsular. Pero hay que situarlo en su claro contexto, sin jerarquizaciones y sin entender que una cosa es mejor que otra, que cada conjunto de culturas y costumbres ha evolucionado de una forma distinta a partir de un tronco en común. Y a partir de ahí construir unas nuevas relaciones, en igualdad de condiciones, entre América Latina y España.
Cuando se habla en España de los pueblos precolombinos se limitan a hacer referencia al supuesto canibalismo o a los sacrificios humanos, más allá de eso no se sabe nada de sus avances astronómicos y de otras ciencias del saber, por ejemplo…
Sí y lo triste es que se hace para justificar que salvaron de la barbarie a esos pueblos, sin ver que se hizo con más barbarie. No acabamos de salir de ese círculo vicioso sin entender que las prácticas que tenían los pueblos precolombinos son explicadas a través de su propia cultura y de su propia circunstancia, y no son ni mejores ni peores que la de los conquistadores. Y esa es una pésima manera de construir relaciones entre los pueblos.
¿Por qué cree que en España es tan difícil pedir perdón por ese pasado violento?
Es como si con respecto a esa época existiera una especie de desconexión y que nosotros no tenemos que pedir perdón por lo que hicieron Cortés, Valdivia, Orellana o Pizarro. Se piensa que esos eran otros, pero bajo mi punto de vista esos no eran otros, sino que son nuestros antecedentes y por tanto nosotros tenemos una responsabilidad. Y en virtud de eso tenemos que crear una conciencia y un sentimiento que nos lleve a un hermanamiento con América Latina. Y eso sólo se logra si atendemos a esa petición de que los españoles pidan perdón por todos esos procesos históricos en los que ellos consideran que fueron enormemente perjudicados. ¡Hay que hacerlo! No es un desdoro del pasado imperial; más aún en ese pasado imperial coexiste este proceso de depredación, de exterminio de las comunidades indígenas y de rapiña. Y las dos cosas forman parte de nuestro pasado histórico y al menos por una parte es necesario pedir perdón y excusas.
¿Usted ve cercano o lejano ese perdón público?
Lo veo lejanísimo. Pero siempre tengo la esperanza de que algún político deje de escuchar las posturas de la historiografía trasnochada, rancia y tradicional que piensa que nunca tenemos que pedir perdón.